sábado, 9 de mayo de 2009

Reflexiones humanísticas sobre Darwin y la evolución de las especies

La Facultad de Educación organiza un ciclo de conferencias con motivo de la celebración de los 200 años del nacimiento del científico y del 150 aniversario de la publicación de 'El origen de las especies' de Charles Darwin que cambió la visión del mundo y de la persona. Se celebrarán cuatro conferencias-coloquio con expertos de diferentes universidades.
¿Cuál ha sido el impacto histórico y actual de la publicación del libro de Darwin? ¿Cómo ha sido el proceso de hominización y de humanización del ser humano? ¿Qué hace humano el cuerpo del hombre y de la mujer? ¿Causalidad o casualidad en la evolución?
Éstas son las preguntas que responden a las cuatro conferencias que se impartirán en la UIC entre el 14 de abril y el 5 de mayo, cada martes de las 18.00 h a las 20.00 h en el Campus Barcelona.
Las conferencias están abiertas al público en general, así como a profesores de Primaria y Secundaria y a alumnos de la UIC y de otras universidades.
Las conferencias corren a cargo de Carlos A. Marmelada, profesor de Psicología de la UIC; del Dr. Daniel Turbón, Catedrático de Antropología Física de la UB; de la Dra. Natalia López Moratalla, Cátedrática de Bioquímica de la UNAV, y del Dr. Francesc Torralba, profesor de la URL.
Información recopilada por: Laura.

Récord en la formación de una nueva especie marina: 400 años

Hace cuatro años, científicos de las universidades de Gotemburgo y Estocolmo descubrieron una nueva especie de alga en el mar Báltico. Ahora, nuevos estudios más detallados sobre su origen (publicados en el artículo 'Rapid speciation in a newly opened postglacial marine environment, the Baltic Sea' de la revista científica BMC Evolutionary Biology) revelan que ésta podría haberse formado hace sólo 400 años, un tiempo muy corto desde el punto de vista evolutivo, lo que la convertiría en una especie única y en uno de lo pocos ejemplos de evolución rápida en ambientes marinos. Teóricamente, la evolución de las especies —tan celebrada estos días con motivo del 150 aniversario de la publicación de 'El origen de las especies' de Charles Darwin— puede ser bastante rápida. Ejemplo de ello son una gran variedad de organismos que cambian a velocidades sorprendentes como el salmón rojo, las plantas híbridas poliploides (aquellas que experimentan el fenómeno giga o aumento del tamaño del individuo por mutaciones cromosómicas), los pinzones o los llamados peces cíclidos (que en tiempos cortos han desarrollado mejoras morfológicas que les permiten vivir en ambientes tan distintos como los de ríos tropicales o lagos africanos). Sin embargo, pocos estudios han demostrado ejemplos de una evolución rápida para dar lugar a nuevas especies en ambientes marinos. Fucus radicans es el nombre que la nueva especie —una macroalga marrón— ha recibido y que los científicos consideran que ha evolucionado a partir de un antepasado cercano, el Fucus vesiculosus, propio del Báltico. Precisamente para determinar el origen de esta nueva especie, los investigadores recogieron miembros de las dos familias en cuatro zonas distintas del mar escandinavo a lo largo de la costa de Suecia. Posteriormente, extrajeron el material genético de sus núcleos, el ADN, y los compararon entre sí encontrando un grado cercano de parentesco, con múltiples similitudes en sus genotipos. Asimismo, los investigadores fijaron la fecha en la que se desarrolló la novedad evolutiva, el nacimiento del alga, en no hace más de cuatro siglos, lo que resulta un período de tiempo casi insignificante desde el punto de vista de la evolución. "Estamos tratando de comprender cómo se formó esta especie. Fucus Radicans es muy común en el golfo de Botnia, al norte del Báltico, y queremos entender lo que significa para el ecosistema", explica Ricardo Pereyra, investigador de ecología marina de la Universidad de Gotemburgo. Aparte de la novedad de ejemplo de evolución a tiempos cortos, este descubrimiento adquiere más importancia teniendo en cuenta que el Báltico es un mar relativamente joven y pobre en diversidad.
Información recopilada por: Laura.

Las historias de Darwin

Doscientos años después del nacimiento de Charles Darwin (1809-1882) y 150 de la publicación de su gran libro, El origen de las especies, aún existen quienes niegan, o desconocen, su teoría, empeñándose en sostener que las especies que pueblan nuestro planeta son -somos- frutos de actos de creación divina específicos. Es difícil, por supuesto, convencer a todos, tan diversas son las convicciones, intereses e ignorancias humanas, pero de lo que no hay duda es de que en este Año Darwin disponemos de un número elevado de fuentes bibliográficas para formarse una opinión de lo que hizo y pensó, al igual de cómo vivió, el gran naturalista inglés. Es como si de repente se hubiese producido un tsunami, una gran ola que inunda el mercado editorial hispano: el tsunami Darwin.
Al contrario de lo que sucede en otras ocasiones, esta avalancha bibliográfica no se limita a lo que se ha escrito sobre el personaje en cuestión, sino que incluye también nuevas traducciones y reediciones de algunas de sus obras. Y es bueno que sea así, ya que en general los textos de Darwin constituyen magníficas narraciones que consiguen mantener la atención del lector. Esto es particularmente evidente en dos de sus títulos: el Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo y su Autobiografía. Publicado por primera vez en 1839, el Diario relata el viaje que el joven Darwin realizó alrededor del mundo entre diciembre de 1831 y octubre de 1836, en un barco de la Marina británica, el Beagle. Muy del gusto de la sociedad victoriana de entonces, una época en la que se viajaba más con la mente (esto es, leyendo) que en persona, este libro tuvo bastante éxito, dando a Darwin una cierta notoriedad pública. De hecho, ha mantenido su atractivo a través del tiempo y del espacio (ha sido traducido a numerosas lenguas, el castellano entre ellas), siendo la edición que ahora ve la luz en Espasa una nueva reedición, aunque, eso sí, en una presentación bastante más atractiva que las anteriores.
Tampoco es la primera vez que ve la luz en español su conmovedora y sincera Autobiografía -uno de mis dos textos preferidos de Darwin-, aunque no existan tantas ediciones de ella como del Diario. Sucede, sin embargo, que la mayoría de esas versiones seguían la primera edición inglesa (publicada cinco años después de su muerte), de la que su familia suprimió un buen número de pasajes, preocupada por lo que pudiesen pensar sus lectores. La edición que ahora publica la editorial Laetoli dentro de la Biblioteca Darwin, dirigida por Martí Domínguez, es una de las completas. Para facilitar la identificación de los pasajes suprimidos inicialmente, éstos aparecen en negritas. Algunos eran comentarios críticos con otras personas (por ejemplo, con Robert Owen, que se convirtió en uno de los más enconados opositores a la teoría de la evolución de las especies, y al que Darwin calificaba como dotado de "una capacidad de odio" que "no tenía rival"), pero la mayoría tocaban sus opiniones religiosas. Y aunque no podamos aceptar el expurgo al que fueron sometidos sus sinceros recuerdos, sí que podemos comprender cuánto debieron doler a su devota esposa, Emma, frases como: "Me resulta difícil comprender que alguien deba desear que el cristianismo sea verdadero, pues, de ser así, el lenguaje liso y llano de la Biblia parece mostrar que las personas que no creen -y entre ellas se incluiría a mi padre, mi hermano y casi todos mis mejores amigos- recibirían un castigo eterno. Y ésa es una doctrina detestable". La Autobiografía nos familiariza con la vida de Darwin, conmoviéndonos con las luchas interiores, de fuerte calado psicológico, a las que se enfrentó, pero El origen de las especies (1859), su obra cumbre y uno de los mojones literarios de la historia de la humanidad, ilumina nuestro entendimiento. No es sólo que en ella Darwin presentase su teoría de la evolución de las especies mediante selección natural, sino que lo hizo desplegando un amplísimo conjunto de evidencias y argumentos, mostrando así el exigente y completo naturalista que era. Traducida por primera vez al castellano en 1877 (por Enrique Godínez), la versión que Espasa (en cuyo catálogo ha estado habitualmente) y Alianza presentan ahora es una reedición de la que la editorial Calpe publicó en 1921, traducida (de la sexta edición, de 1872) por el genético Antonio de Zulueta (1885-1971). También es una reedición la versión abreviada traducida por Joandomènec Ros, que vio la luz en 1983 en Ediciones del Serbal y que ahora ha sido resucitada como contribución del Parque de las Ciencias de Granada al Año Darwin. Los lectores tienen, por consiguiente, la posibilidad de elegir. ¿En base a qué razones?, se preguntarán algunos. En cuanto a las de Espasa y Alianza -ambas espléndidamente presentadas-, la respuesta a tal cuestión es difícil, si no imposible: difieren en las introducciones y en que la de Espasa añade algunas notas aclaratorias al texto darwiniano, pero no son éstas diferencias sustanciales. Por su parte, la edición recuperada ahora por el Parque de las Ciencias granadino suple su carácter abreviado -siempre una limitación en textos fundamentales- con la espléndida introducción de Richard Leakey y un magnífico conjunto de ilustraciones que van acompañadas de buenos textos explicatorios.
Darwin y El origen de las especies ocupan el trono supremo en la jerarquía de la visión evolutiva del mundo vivo, pero incluso aunque el presente sea su año, sería injusto no dedicar al menos un momento para recordar a otro naturalista británico que intervino de manera decisiva en que Darwin se decidiese a dar a conocer públicamente sus ideas sobre la evolución de las especies. Me estoy refiriendo a Alfred Russel Wallace (1823-1913), quien desde una isla del archipiélago malayo envió en febrero de 1858 a Darwin un manuscrito que contenía la esencia de las ideas en las que éste llevaba por entonces trabajando aproximadamente veinte años. Como cualquiera puede imaginar, se creó entonces una situación delicada, que se resolvió con gran elegancia publicando en la revista de la Sociedad Linneana el manuscrito de Wallace, otro de Darwin y una carta de éste al botánico norteamericano Asa Gray fechada el 5 de septiembre de 1857, en la que le había informado de sus opiniones. Estos materiales, junto a un extenso ensayo que Darwin había preparado para su propio uso en 1844 y un informativo estudio introductorio de Fernando Pardos, se reproducen en La teoría de la evolución de las especies, publicado por Crítica en 2006 y ahora reeditado.
El origen de las especies. A pesar de que muchos parezcan ignorarlo, la obra de Darwin no se limita a El origen de las especies. De hecho, en mi opinión su grandeza científica reside en el ciclópeo esfuerzo que realizó por sustanciar su teoría con evidencias tomadas de prácticamente todos los rincones de la naturaleza, lo que le llevó a trabajar en dominios como la botánica, la zoología, la taxonomía, la anatomía comparada, la geología, la paleontología, la cría doméstica de especies, la biogeografía o la antropología, esfuerzos que se plasmaron en un buen número de libros (y de artículos, naturalmente). Hace tiempo que disponemos en castellano de El origen del hombre (Edaf), el texto de 1871 en el que se atrevió a hacer lo que no quiso en El origen de las especies: aplicar a nuestra propia especie las lecciones de su texto de 1859, y de La expresión de las emociones en los animales y en el hombre (Alianza), que debería haber sido parte de El origen del hombre (no lo fue para no alargar excesivamente el volumen; apareció en 1872). Mucho más recientemente se han traducido La estructura y distribución de los arrecifes de coral (Los Libros de la Catarata / CSIC, 2006) y La fecundación de las orquídeas (Laetoli, 2007), publicados originalmente en 1842 y 1862, respectivamente; libros ya reseñados en Babelia.
A estas obras se suman ahora nuevas traducciones. Comenzando por un libro extenso (dos tomos que totalizan más de novecientas páginas): La variación de los animales y plantas bajo domesticación (1868), un texto importante no sólo por los análisis de muy diversas especies domesticadas que Darwin efectuó allí, sino también porque en él se enfrentó con uno de sus grandes problemas, el de que aunque descubrió el hecho de la existencia de la selección natural y contribuyó notablemente a dilucidar la historia de la evolución animal y vegetal, no sabía explicar por qué surgen variaciones hereditarias entre organismos y cómo se transmiten éstas de generación en generación. Fue en esta obra -en donde, por cierto, empleó por primera vez el término acuñado en 1864 por Herbert Spencer, "supervivencia de los más aptos"- donde presentó su teoría hereditaria, la de la pangénesis, según la cual cada célula del organismo generaba unas "gémulas" diminutas que a través del proceso reproductivo transmitían a la descendencia los rasgos heredables. Fue el suyo un noble y ambicioso esfuerzo, a la postre, sin embargo, equivocado.
Y junto a La variación de los animales y plantas bajo domesticación, otro de sus libros sobre botánica, disciplina que se ajustaba bastante bien a las posibilidades de Darwin en su propiedad de Downe, donde pasó los últimos cuarenta años de su vida y donde podía realizar él mismo experimentos, bien al aire libre o en los invernaderos que construyó. Se trata de Plantas carnívoras, el título de la traducción publicada por Laetoli, o Plantas insectívoras, el encabezamiento elegido en la Biblioteca Darwiniana encabezada por Los Libros de La Catarata. Porque 133 años después de no haber merecido el honor de ser traducido al español, ahora aparecen, simultáneamente, dos traducciones diferentes. Se trata de uno de los libros más especializados escritos por Darwin (de hecho, no se volvió a reimprimir mientras vivió), pero merece la pena que esté en nuestro idioma. Es impresionante ver cómo un anciano y muy debilitado Darwin (el libro se publicó en 1875, siete años antes de su muerte) se mostraba en esta obra como un consumado e imaginativo experimentador que estudiaba el efecto de todo tipo de sustancias en las hojas de plantas carnívoras, o que analizaba sus movimientos y procesos de digestión cuando colocaba pedacitos de carne sobre ellas.
Información recopilada por: Laura.

Un estudio arroja más polémica sobre la base del árbol filogenético animal

Desde los tiempos de Darwin los investigadores se han interesado por la reconstrucción del árbol de la vida. Sobre su estructura y esencia hablamos en NeoFronteras hace poco. Pese a que cada día, gracias a la genética podemos reconstruir más ramas de este árbol, las más bajas parecen un poco confusas, incluso respecto al antepasado común a todos los animales.
Se cree que los animales se separaron del tronco principal hace entre 650 y 540 millones de años y se había asumido que la mejor representación de ese antepasado común presente en los tiempos actuales serían las esponjas.
Un grupo internacional liderado por Gert Wörheide del LMU de Munich ha podido explicar recientemente las relaciones entre todos estos seres primitivos, resultado que se suma a otros resultados recientes sobre esta parte del árbol de la vida.
Los investigadores muestran que todas las esponjas descienden de un único antepasado, pero que éste no es el antepasado del resto de los animales. Esto significaría que, por ejemplo, los humanos tampoco descenderíamos en última instancia de un ser similar a la esponja. Además sugieren que el sistema nervioso sólo habría aparecido una vez en la historia evolutiva animal.
Los filos más antiguos del mundo animal incluyen a Porífera (esponjas), Placozoa, Cnidaria y Ctenophora (medusas peine). Las esponjas son extremadamente simples en su arquitectura y no tienen órganos internos. Los Placozoa tienen una estructura también simple, con cuerpos en forma de discos y sin órganos. Las medusas peine, no son medusas verdaderas aunque recuerden a ellas. Las verdaderas medusas pertenecen a los Cnidaria que también incluye a los corales y anémonas.
El problema es que las relaciones entre estos filos son aún controvertidas entre los especialistas, llegándose a resultados contradictorios entre los distintos estudios. En particular los estudios morfológicos llegan a distintos resultados que los genéticos.
Para intentar resolver estas contradicciones este grupo de investigadores realizó el estudio más amplio hasta el momento sobre el asunto, analizando 128 genes de 55 especies distintas (que incluían nueve poríferos, ocho cnidarianos, tres ctenoforos y un placozoo).
El análisis se basa en la filogenómica para determinar las relaciones evolutivas de las distintas formas de vida mediante la comparación de grandes conjuntos de datos de secuencias genéticas. Se analizaron 30.000 posiciones de aminoácidos y, gracias al empleo de herramientas informáticas, los investigadores pudieron estimar el árbol filogenético que muestra cómo están relacionados los animales.
Uno de los resultados más significativos es que todas las especies de esponjas descienden de un único antepasado. Además, los animales bilaterales que incluye a los gusanos, moluscos, artrópodos o vertebrados no descienden directamente de ese antepasado de las esponjas. Ctenoforos y cnidarianos pertenecen a un grupo común denominado coelenteratos, que constituiría el grupo más próximo a los bilaterales. Pese a todo, esta hipótesis ya se planteó por primera vez en el siglo XIX.
La investigación también ha revelado nuevas pistas para la comprensión del desarrollo de los órganos. Tanto coelenteratos como bilaterales tienen sistema nervioso, sistema que sólo se habría desarrollado una vez en la historia animal.
Otro estudio reciente (aunque según los autores de este último sería menos amplio) acerca de los no bilaterales propuso que las medusas peine habrían divergido de las demás especies incluso antes que las esponjas. Como las medusas peine tienen células musculares y nerviosas, esto sugeriría que el sistema nervioso se habría desarrollado varias veces de manera independiente en el transcurso de la evolución y que se habría perdido en esponjas y placozoos.
Pero esta hipótesis contrasta con este nuevo estudio, según el cual, la caja de herramientas genética responsable de la construcción del sistema nervioso en otros animales está ya presente en las esponjas. De manera similar, los órganos sensibles a la luz ("ojos") pueden ser encontrados ya en las medusas.
Wörheide dice que una de las metas de futuros estudios será encontrar cómo y cuándo las cajas de herramientas genéticas del sistema nervioso, muscular y sensorial aparecieron en la historia evolutiva animal.
Información recopilada por: Laura.

¿Volverían las especies a evolucionar igual si se les diese la oportunidad?

En "¿Volverían las especies a evolucionar igual si se les diese la oportunidad?", Tana Oshima comenta el concepto de contingencia histórica de Stephen Jay Gould y un experimento reciente que demuestra que la evolución no es un camino repetible ni reversible, y que la adaptación al medio puede realizarse con multiples configuraciones genéticas que generan fenotipos similares, o al menos igual de adaptados. «¿Qué tiene que ver Andrew Jackson, el séptimo presidente de EEUU, con Darwin? En un cómico ejemplo de contingencia histórica, el paleontólogo Stephen Jay Gould logra unir, en nueve pasos, a estos dos personajes en una sucesión de acontecimientos en la que los detalles fueron cruciales tanto para la consecución de la presidencia de uno como para la generación de la teoría de la evolución del otro.» Información recopilada por: Laura.

Carbonell homenajea a Darwin y a su teoría evolutiva

Incorporar la ciencia a la agenda cultural cotidiana. Este es el objetivo del ciclo divulgativo Os luns con ciencia , que en un nuevo acto de celebración del Año Darwin lograba embaucar al público ayer con la conferencia del codirector de las excavaciones de la Sierra de Atapuerca y director del Instituto Catalán de Paleontología Humana y evolución social, Eudald Carbonell.
Con su exposición titulada Evolución, innovación y resocialización , Carbonell exponía de manera cercana la relación entre los procesos de socialización que experimentó desde la prehistoria el ser humano y la teoría de la evolución de Darwin, como proceso en el que la espacie varía a través de las generaciones.
«Mi objetivo es intentar explicar al público de forma humilde la combinación de los estudios que han tratado el proceso de evolución de Darwin y aquellos que se basan en la socialización y el proceso de culturización como factor destacable en la historia», manifestaba ayer el codirector de las excavaciones de Atapuerca.
Asimismo, la evolución biológica a través de la selección natural destacaba la diferencia entre el ser humano y el resto de los mamíferos, aprendiendo el primero a adaptarse al medio natural con los procesos de socialización como herramienta fundamental.
Carbonell visitará en los próximos días los yacimientos de Galicia donde trabaja su equipo junto con la Universidade de Santiago de Compostela, que es, en este caso, la investigadora principal. La Casa del Hombre de la ciudad herculina, que ya reunió a un amplio número de visitantes con las conferencias como La primavera, ¿la sangre altera? o Viaje a la Galicia profunda, s erá escenario de nuevas exposiciones científicas como las del día 27 de abril, titulada Como a física cambiou o mundo, o la del 4 de mayo, dedicada al médico Novoa Santos.
Información recopilada por: Laura.

El de la vaca lechera no es un genoma cualquiera

La profesora de la Universidad Autónoma de Madrid Marta Izquierdo abría su libro sobre ingeniería genética con una cita muy familiar, pero poco habitual en un texto científico: “Tengo una vaca lechera, no es una vaca cualquiera. Me da leche merengada, ay que vaca tan salada”. Izquierdo introducía así las nuevas tecnologías genéticas, cuyas repercusiones se extienden al campo práctico de la mejora agrícola y ganadera. La vieja canción y su interpretación biológica están ahora más cerca con el hito que hoy publica Science: la secuencia completa del genoma de la vaca doméstica.
El logro es producto del trabajo de tres centenares de científicos de 25 países durante seis años, un ejemplo de los grandes proyectos de colaboración que se han convertido en norma en los estudios genéticos. Roderic Guigó, coordinador del programa de Bioinformática y Genómica del Centro de Regulación Genómica (CRG) de Barcelona, que ha dirigido uno de los grupos participantes en el Consorcio del Genoma Bovino, explica la necesidad de estos grandes conglomerados: “Secuenciar un genoma todavía es técnicamente complejo”, dice.
Pero, al mismo tiempo, subraya una aparente paradoja: “Las máquinas de última generación permiten simplificar la secuenciación, que se puede completar en un sólo laboratorio. Por ejemplo, el CRG trabaja en los genomas de la remolacha, el melón y el pulgón. Pero en cambio, el análisis de la información es cada vez más complejo”. “Por eso es dudoso que los genomas humanos personales, que en dos años podrían estar disponibles por menos de 1.000 euros, sean de gran utilidad para la gente que los encargue”, añade.
Es precisamente este terreno del análisis computacional el que aporta el grupo de Guigó a los proyectos genómicos. En el caso del genoma de la vaca (Bos taurus), obtenido a partir de la raza Hereford, el análisis revela que, como en la canción, el genoma vacuno no es un genoma cualquiera, sino bastante particular. La primera sorpresa, señala Guigó, es que “los humanos estamos más próximos evolutivamente a los roedores que a la vaca, pero sin embargo los genomas de humanos y vacas se parecen más”. “De los 22.000 genes de la vaca, compartimos el 80%”, agrega.
Una aventura evolutiva:
No obstante, incluso con esta similitud y según destaca otro de los investigadores del consorcio, Harris Lewin, de la Universidad de Illinois (EEUU), el genoma humano ha sido “relativamente conservado” durante su evolución. En comparación, la vaca es casi una aventura de la naturaleza. Entre los genes exclusivos de esta especie que no se han hallado en otros mamíferos destacan los relacionados con la digestión, la inmunidad y la producción de leche.
En el primer caso, las singularidades del genoma vacuno se traducen en la presencia de cuatro estómagos o cámaras estomacales que les permite aprovechar vegetales poco nutritivos, como la hierba. En cuanto a la leche, los genes de la vaca posibilitan un producto rico en proteínas y con actividad antimicrobiana. De hecho, Theresa Casey, investigadora de la Universidad de Michigan (EEUU) que se ha centrado en este aspecto, opina que “la leche evolucionó con una función inmunitaria”.
Pero las peculiaridades de los cromosomas vacunos van más allá de los genes inventados por esta línea evolutiva, como señala Lewin: “La vaca tiene uno de los genomas más reorganizados entre todos los mamíferos”. Ciertos fragmentos de los cromosomas pueden cambiar de lugar, invertirse o duplicarse. Los puntos de ruptura en la vaca acumulan una especial abundancia de segmentos duplicados y secuencias repetidas, y estos cambios no son inocuos, sino que afectan a genes relacionados con la fisiología digestiva, inmunológica o glandular de la vaca. Es por esto que para Lewin, esos puntos de ruptura son “sitios calientes de evolución en el genoma”.
La vaca ofrece además otra particularidad: es la única especie de ganado secuenciada hasta ahora. Comparando diversas razas, los investigadores han extraído conclusiones de aplicación práctica en la actividad ganadera. En el ADN vacuno, concluyen los científicos, ha quedado impresa la huella de la mano humana que ha seleccionado los rasgos más deseables para la producción de carne y leche. A lo largo de esta selección artificial, el genoma vacuno no se ha empobrecido. “Yo no creo probable que la reorganización sea producto de la domesticación, pero no lo sabremos hasta que secuenciemos otros rumiantes”, reflexiona Guigó.
Los genes de la vaca gozan de buena salud: las 800 razas reúnen una diversidad genética comparable a la humana. En el futuro, los investigadores confían en que el mayor conocimiento de los genes de esta especie y de sus funciones ayude a mejorar las razas para obtener animales más resistentes a infecciones, poco exigentes y mejores productores de carne y leche, sobre todo para favorecer a los países en desarrollo.
Información recopilada por: Laura.

Hallan en el Ártico canadiense un "eslabón perdido" entre la foca y su antepasado terrestre

El fósil de un tipo de "foca de cuatro patas", presentado como el eslabón perdido en la evolución de algunos mamíferos terrestres en los marinos carnívoros actuales, fue hallado en el Ártico canadiense, anunció el miércoles un equipo de científicos canadienses.
El esqueleto de este animal, de 110 centímetros de largo del morro a la cola, fue descubierto en el emplazamiento de un antiguo lago formado en un cráter de meteorito en la isla Devon, en el territorio canadiense de Nunavut, a unos 1.500 kilómetros del Polo Norte.
El hallazgo, de unos 20 a 24 millones de años de antigüedad, es el fósil más antiguo de un pinnípedo (mamíferos marinos de vida anfibia, como las focas, los otáridos y las morsas), indicaron los científicos, cuyo informe era divulgado el jueves en la revista Science.
Los científicos recuperaron un 65% del esqueleto de este animal, de cráneo parecido a una foca y cuerpo similar al de una nutria, y cuya conservación se vio favorecida por los sedimentos del antiguo lago de agua dulce.
Este descubrimiento "cambió nuestro conocimiento de cómo y dónde tuvo lugar la evolución de este animal", dijo a AFP Natalia Rybczynski, paleontóloga del Museo de la Naturaleza canadiense y jefa del equipo científico."Sabíamos que los pinnípedos descendían de un antepasado terrestre, pero no teníamos idea de cómo se había realizado esta transición de la tierra al mar", indicó.
Según la científica, el hallazgo, realizado en 2007, refuta la teoría que prevalecía hasta ahora, según la cual las focas eran originarias de las costas del noroeste de América del Norte.
También hace pensar que las focas poseen grandes ojos para cazar en la oscuridad del invierno ártico, y no para zambullirse en las profundidades del mar, como se pensaba.
La foca con patas palmípedas fue bautizada 'Puijila darwini', tras asociar una palabra que significa joven mamífero marino en inuktitut, la lengua de los esquimales, y el nombre del padre de la teoría de la evolución, Charles Darwin.
Darwin había mencionado la existencia de "una forma animal de transición entre la tierra firme y el mar" en su libro 'El origen de los especies', publicado hace 150 años, destacó el equipo científico en un comunicado.
La isla Devon ya constituía un sitio de exploración privilegiado para los paleontólogos, que hasta ahora hallaron allí fósiles de conejos, de un pescado de agua dulce, de un pájaro, de una musaraña, de un rinoceronte y de un pequeño mamífero con cuernos, que solía vivir en un clima templado con inviernos suaves.
Pero Rybczynski y sus colegas descubrieron este fósil por casualidad: el primer conjunto de huesos fue percibido por dos miembros del equipo, que debió esperar al resto porque su vehículo todoterreno se quedó sin combustible. En dos días habían desenterrado un 65% del esqueleto.
"Hay siempre un elemento de suerte en paleontología", dijo Rybczynski.
La presencia de pies ampliados, probablemente palmípedos, robustas extremidades y una cola sin función específica sugieren que Puijila nadaba sirviéndose de sus cuatro patas, indicó el estudio.
Los científicos deben aún definir el lugar que ocupa este nuevo animal en el árbol genealógico de los pinnípedos, indicaron.
El esqueleto de Puijila se expondrá del 28 de abril al 10 de mayo en el Museo canadiense de la Naturaleza, en Ottawa, antes de ser llevado al Museo estadounidense de Historia Natural de Nueva York.
Información recopilada por: Laura.

‘Evolución’, el nuevo programa de la Casa de las Ciencias de A Coruña

Desde hoy la Casa de las Ciencias de la ciudad herculina proyectará en su planetario el programa Evolución, de coproducción con el Museo de Ciencias de Castilla La Mancha y el Planetario de Pamplona, creado específicamente para el nuevo sistema de proyección digital, el más modernos de España, que desde enero tiene el conocido museo científico coruñés.
Evolución dura aproximadamente 50 minutos y abarca desde el comienzo del universo hasta la teoría del origen de las especies de Charles Darwin, conjugando el año de la astronomía con el ciento cincuenta aniversario de la publicación del libro de mayor influencia en la ciencia.
"Desde o Big Bang ata hoxe no universo producíronse moitos cambios, o concepto de evolución é clave para entender a súa estructura e a nosa propia vida" , comentó Marcos Pérez Maldonado, director técnico de la Casa de las Ciencias y coautor de la producción, mientras que Xosé Antón Fraga , director de los Museos Científicos Coruñeses destacó que el nivel de este planetario "non se supera en toda España e do que podemos estar orgullosos".
Información recopilada por: Laura.

El Planetario celebra el Año Darwin y el Año de la Astronomía con 'Evolución'

PAMPLONA.- El Planetario de Pamplona estrenó ayer un nuevo programa, denominado Evolución, con el que pretenden conmemorar tanto el Año Internacional de la Astronomía como el Año Darwin.
Este nuevo montaje audiovisual tiene la peculiaridad de que va a ser el primer programa que, simultáneamente, se exhibirá en todos los planetarios estatales con sistema de proyección de vídeo a cúpula completa, para lo que se han elaborado versiones en euskera, castellano, gallego y catalán, además de en inglés y francés.
El nuevo programa unifica en un sólo concepto el Año Darwin y el Año Internacional de la Astronomía y los aplica en dos ámbitos diferentes: la evolución de las especies y la del universo. Además de las imágenes digitales que reproducen escenarios como la cubierta del Beagle, los primeros momentos de la vida en la Tierra o el Londres victoriano de la época de Darwin, tampoco faltan en este montaje las recreaciones del firmamento estrellado. Pero en lo que a imágenes se refiere, una de las más novedosas e impactantes es la que se filmó en el observatorio del Roque de los Muchachos, que reproduce una puesta de Sol en el exterior de la cúpula del Gran Telescopio Canarias. Estas imágenes, basadas en fotografías tomadas a intervalos con un objetivo ojo de pez , se ha aplicado por primera vez al formato de cúpula completa de los planetarios.
Para poder desarrollar Evolución , todas las partes implicadas en su producción comenzaron a trabajar en el programa en el año 2007. El estreno ayer de este montaje en Pamplona, A Coruña, Barcelona, San Sebastián, Las Palmas de Gran Canaria, Granada y Valladolid supone la consecución de uno de los objetivos, el estreno de una obra simultáneamente, que se marcaron en enero de 2000 en el Planetario de Pamplona durante la primera reunión del grupo de trabajo de técnicos de planetario españoles.
'Escucha el universo' Además del programa estrenado ayer, el Planetario de Pamplona también estrena hoy la exposición Escucha el universo. Esta producción del Museo de la Ciencia de Valladolid, que se podrá ver en la capital foral hasta el próximo 4 de julio, recoge 41 sonidos distribuidos en cuatro categorías: cosmos, tierra, vida y civilización. Se trata de sonidos de difícil o imposible acceso para la mayoría de los ciudadanos que, además de escucharlos cómodamente sentados en los sofás, podrán informarse de sus origen o formación gracias a los panales instalados. Algunos de los sonidos recogidos en la muestra son: los pasos de las hormigas, el flujo de la sangre, la voz de Marie Curie y de Santiago Ramón y Cajal, una explosión solar o una tormenta en Saturno.
Información recopilada por: Laura.

HAR1 y un grupo de particulares neuronas

Y a lo mejor los neandertales estaban capacitados para enunciar, pero la pregunta es, ¿tendrían además el potencial cognoscitivo para elaborar un lenguaje complejo? Al fin y al cabo, es en la transformación del órgano gris y blanco donde se encuentra la gran diferencia.
El cerebro humano es tres veces más grande que el cerebro chimpancé y es obvio lo que somos capaces de hacer, pero no es en el tamaño donde nace la habilidad, más bien habría que estudiar ciertas áreas neuronales para comprender mejor lo que cualquier tipo de animal es capaz de hacer o no. Por ello, descubrir que el HAR1 está vinculado al desarrollo de un grupo de neuronas especiales ha sido uno de los bloques más importantes en la investigación sobre las unidades genéticas que nos distinguen de los demás animales.
Pierre Vanderhaeghen, de la Universidad Libre de Bruselas, fue el primero en reconocer una relación entre este gen y el cerebro. El investigador utilizó químicos fluorescentes para “taggear” o etiquetar el gen y así distinguir su actividad dentro de los cerebros de fetos de varias edades. El científico descubrió que el gen está presente en un grupo de neuronas con un trabajo bastante particular.
Si te fijas en algún cerebro notarás que la corteza, la parte externa y arrugada del órgano, está compuesta de surcos y giros. Pues bien, estas arrugas son el producto del trabajo de esas células nerviosas. Cuando algo daña estas neuronas, los bebés nacen con una condición conocida como Lisencefalia, o cerebro liso, con síntomas que van desde problemas cognitivos hasta motores, además de afectar la salud en general y acortar la expectativa de vida. Problemas en este grupo de neuronas también han sido vinculados a la aparición de la esquizofrenia en adultos.
Para Pollard, HAR1 se encarga de la formación de una corteza saludable. Otras evidencias sugieren, además, que el gen juega un papel fundamental en la producción de esperma. Por otro lado, el gen no codifica ninguna proteína, dato que lo coloca entre el porcentaje genético mayoritario, muchas veces llamado ADN basura, genes que contienen secuencias reguladoras que se encargan de especificar a los demás lo que tienen que hacer.
En general, la ciencia se ha encargado de estudiar los genes que codifican proteínas, que son los bloques constructores de células, pero que sólo forman el 1.5% del genoma. Ahora, la investigación se ha volcado en el estudio del genoma basura, donde han encontrado no sólo lo que nos hace humanos sino los lugares donde yacen las diferencias entre individuos.
Indiscutiblemente, estas divergencias entre personas son tan insignificantes (en cuanto al porcentaje) como las que nos separan del chimpancé. Y es que estamos enlazados por genes añejos que no han mutado en más de 100 millones de años y que nos conectan a la gallina, a mi perra, al bonobo, a ti y a mí.
Artículo de: Glenys Álvarez.
Información recopilada por: Laura.

El gen que convirtió al mono en filósofo

Fijar la mirada en alguna de mis perras me ubica en el Universo. Las imágenes de chimpancés y bonobos, tanto en el mundo silvestre como en cautiverio, no permiten que olvide que soy parte de un formidable proceso ocurrido sobre el globo terráqueo y sentirme parte del Reino Animal es uno de los sentimientos más profundos y vitales de mi existencia, una impresión que me desliza hacia aquella conocida frase de Carl Sagan referente a si existe o no vida inteligente fuera de nuestro Sistema Solar, donde el astrónomo concluía que, exista o no, en ambos casos el resultado sería extraordinario. Y me parece sorprendente ser mamífero. Las similitudes en nuestras biologías son hechos indiscutibles, lo que me hace parte del impulso que genera y desarrolla vida sobre la Tierra. Me voy más lejos aún. En mis años de lectura científica, he tenido el placer de leer sobre el fabuloso mundo de los insectos y una serie de experimentos sobre el apareamiento de las moscas precipitó en mis neuronas los nombres de personas conocidas, debido, insólitamente, a las similitudes que descubrí entre sus comportamientos. Algunos de estos estudios involucraron alcohol y otras drogas, dándole al momento un poco de humor, tal vez en el sentido más oscuro de la palabra.
En fin, que participar en la sorprendente diversidad de la vida terrestre acompañada de todos estos genomas que son también el mío, me produce un delicioso placer intelectual y por ello me resulta tan absurda esa división que el humano ha creado entre su especie y las demás.
“El ser humano es capaz de alejarse de su propia especie, inventando muros originados en clases, razas, géneros y/o zonas geográficas, no debe sorprenderte que se desligue de los demás animales también”, argumenta una amiga socialista, con otros problemas en la cabeza. Y tiene razón, creo que es uno de los efectos secundarios de poseer un cerebro grande y más complejo: no siempre estaremos preparados para lidiar con las consecuencias.
Por supuesto que comprendo la razón de manipular y controlar las demás especies; sería un desperdicio de nuestras proezas no hacerlo, no tomar ventaja de ello para sobrevivir, sin embargo, una vez establecida esta supervivencia un poco de respeto no vendría mal; especialmente, como observamos en el presente, porque la coexistencia de todos determina el balance final de la vida como la conocemos ahora. Ingenuamente pensé que la era del genoma invertiría un poco este distanciamiento. Recuerdo cuando leí por primera vez la comparación entre el genoma del chimpancé o Pan trogloditas, nuestro familiar vivo más cercano, y el del ser humano, Homo sapiens: pasmoso, conmovedor, un momento prodigioso. Compartimos más del 99%. De las tres mil millones de bases (letras) en nuestro ADN, (molécula pedestal de toda la vida terrestre, por cierto, incluyendo las plantas, las bacterias y otros microorganismos), sólo 15 millones de estas letras han cambiado en nuestros genomas desde que hace seis millones de años estas dos especies tomaron diferentes rutas y separaron sus caminos biológicos de aquel ancestro en común. Menos de un 1% es distinto.
Más bases me separan de mis perras. Aún así, la mayor parte de mi ADN ancestral coincide más con el de ellas que con el de los ratones. Aunque no dejo pasar el hecho de compartir la mayoría de mis genes con los roedores también. Ciertamente, la decodificación de los genomas de varias especies nos muestra que la evolución de los mamíferos ha conservado intacto, en los últimos 100 millones de años, por lo menos un 5% de nuestro ADN. Un dato significativo para la medicina, pues los genes allí deben ser bastante importantes para la vida (esencialmente en la codificación de proteínas) para que la evolución los conservara sin mutaciones a través del tiempo y las especies.
De hecho, en los últimos años la carrera de la investigación genómica se ha enfocado en distinguir lo que nos separa de las demás especies. La dificultad yace en localizar esa minoría diferente entre miles de millones de bases iguales, esa minoría que nos apartara millones de años atrás del chimpancé e iniciara un camino donde el cerebro resultara el gran beneficiado.
En ello han estado trabajando varios equipos de científicos en el mundo y en uno se encuentra la bioestadista de la Universidad de California en San Francisco, Catherine S. Pollard, quien diseñó un programa de computación motivada, precisamente, en descubrir estas pequeñas diferencias que nos dieron una red neuronal más grande que la de nuestros otros familiares primates, entre otras divergencias.
El equipo de Pollard descubrió así el gen HAR1 o ‘Human accelerated region 1’ (región humana acelerada 1), un pedazo de ADN de 118 bases que viene jugando el papel principal en “eso que nos hace humanos”, desde que conclusiones del equipo fueron publicadas en el diario Nature entre el 2002 y el 2005.
“Estudiamos esa pieza genética en las ratas, las gallinas, los chimpancés y los humanos y observamos que esta región cambió muy poco en los vertebrados, es decir, hasta que llegamos al hombre. Por ejemplo, entre las gallinas y el chimpancé, cuyo último ancestro en común ocurrió hace 300 millones de años, sólo dos bases del gen son distintas”, explicó Pollard en la revista Scientific American.
Pero al comparar la región entre el Pan trogloditas y el Homo sapiens, las cosas se ven muy distintas. En los seis millones de años que nos separan de un ancestro común, 18 bases han cambiado en el HAR1 humano, por eso se le conoce como una región acelerada, porque la evolución ha sido bastante marcada en poco tiempo.
“Durante cientos de millones de años, una presión evolutiva impidió cambios significativos en esta área, sin embargo, algo ocurrió que activó, apresuró y aligeró mutaciones importantes en la región”, escribe Pollard.
La bioestadista también identificó otra área de evolución acelerada en los humanos a la que llamó el gen FOXP2 y que ha sido identificada por otros grupos como parte importante de la evolución del habla. De hecho, en una de esas noticias que me incitan a exaltar la naturaleza intelectual humana, científicos en el Instituto Max Planck en Alemania, extrajeron ADN del fósil de un neandertal y secuenciaron este gen, el FOXP2; sus conclusiones aseguran que esta especie de homínido poseía la versión moderna. “Es posible que eso les permitiera enunciar tan bien como nosotros”, explican.
Es una cuestión de genes. Pollard dice que no hay que cambiar mucho del genoma para producir una nueva especie. “La clave de todo el asunto es dónde realizar los cambios y no cuántos genes cambiar”, escribe.
Toda esta información certifica en mí esa espectacular impresión de ser parte de un proceso extraordinario en el planeta Tierra, una diminuta bola azul ubicada en una galaxia más, entre miles de otras.
Parafraseando a Sagan otra vez, no es un requerimiento que el Cosmos esté en armonía con las ambiciones humanas. De hecho, HAR1 y otras secuencias aceleradas le dan significado al proceso evolutivo aquí en la Tierra, al permitir la formación de una más compleja y organizada maraña neuronal en el Homo sapiens. Una maraña que se autoexamina y busca su lugar en un Cosmos sin sentido. Los animales sin estas regiones carecen de aparentes problemas existenciales. Desde aquí, la Tierra, son esos evolucionados cerebros humanos, impulsados por mutaciones aceleradas del ADN, que le otorgan sentido a la vida en el Universo.
Artículo de: Glenys Álvarez.
Información recopilada por: Laura.

~Evolución Biológica 2~

Información recopilada por: Mar

Fósil de celacanto esclarece detalles sobre la evolución desde las aletas hasta las extremidades

"Una de las razones por las que es interesante este descubrimiento es que la gente suele considerar a los celacantos como fósiles vivientes arquetípicos", explica Matt Friedman (Universidad de Chicago), uno de los autores del estudio. "Creer eso es un error muy común. Si miramos de manera detallada a los primeros animales de ese grupo en el registro fósil, comprobaremos que son muy diferentes y diversos".
El fósil, nombrado Shoshonia arctopteryx en honor a los indios Shoshón (Shoshoni) y al Shoshone National Forest, fue desenterrado de sedimentos paleozoicos en Beartooth Butte, en el norte de Wyoming.Aunque ambos han sido llamados fósiles vivientes, el descubrimiento sugiere que los dos grupos de peces, parientes cercanos de los tetrápodos (los peces pulmonados y los celacantos) están muy especializados. Ambos grupos adquirieron muchas de las mismas especializaciones, pero de manera independiente.El caso del Shoshonia arctopteryx apoya también el trabajo reciente de Neil Shubin, Marcus Davis y Randall Dahn, de la Universidad de Chicago, que mostró que la expresión genética de los patrones de desarrollo para aletas de pez y para extremidades de tetrápodos, se conservan.
No sólo este fósil llena el vacío entre el pez primitivo Actinopterygii y vertebrados con extremidades como el Tiktaalik roseae, sino que además los datos nuevos fuerzan a los científicos a reconsiderar las características de los celacantos.Los autores de la investigación regresarán al yacimiento paleontológico de Wyoming el próximo verano para recolectar más muestras.
Información recopilada por: Mar

Calculando las probabilidades de que la vida comenzara por azar

Mucha gente, tal vez la mayor parte, odian la idea de que la vida pueda depender de procesos aleatorios. Es una tendencia humana buscar significado y, ¿qué podría tener más significado que la creencia de que nuestras vidas tienen un propósito superior, que toda la vida está, de hecho, guiada por una inteligencia suprema que se manifiesta a sí misma incluso al nivel de las moléculas individuales? Los defensores del diseño inteligente creen que los componentes de la vida son tan complejos que no sería posible producirlos a través de un proceso evolutivo. Para apoyar su argumento, calculan las posibilidades de que una proteína específica pueda ensamblarse por azar en el entorno prebiótico. Las probabilidades contra tal ensamblaje por azar son tan astronómicamente inmensas que una proteína requerida para que se iniciara la vida posiblemente no podría haberse ensamblado por azar en la joven Tierra. Por tanto, continúa el argumento, la vida debe haber sido diseñada.
No es mi propósito argumentar contra esta creencia, pero el diseño inteligente usa una herramienta de la ciencia – la estadística o cálculo de probabilidades – para hacer tal mención, por lo que usaré otra herramienta de la ciencia, que es proponer una hipótesis alternativa y probarla. En las células vivas, la mayor parte de los catalizadores son enzimas proteínas, compuestas de aminoácidos, pero en la década de 1980 se descubrió otro tipo de catalizador. Estas moléculas de ARN compuestas de nucleótidos son actualmente conocidos como ribozimas. Debido a que una ribozima puede actuar como catalizador y portador de información genética en su secuencia de nucleótidos, se ha propuesto que la vida pasó a través de una fase de Mundo de ARN que no requería ADN y proteínas.

Para el propósito de la columna de hoy, abordaré el cálculo de probabilidades de que una ribozima específica se ensamblase por azar. Supongamos que la ribozima tiene 300 nucleótidos de largo, y que cada posición podría estar cubierta por cualquiera de los cuatro nucleótidos presentes. Las probabilidades de que se ensamble tal ribozima son de 4300, un número tan grande que tal vez no se diera por azar ni siquiera una vez en 13 000 millones de años, la edad del universo.

¡Pero la vida se inició! ¿Podría ser que no estemos saltando algo?

La respuesta, por supuesto, es sí, lo estamos haciendo. El cálculo asume que una ribozima específica debe sintetizarse para que se inicie la vida, pero no es esta la forma en que funciona. En lugar de esto, vamos a hacer la plausible suposición de que un número enorme de polímeros aleatorios se sintetizan, los cuales están sujetos a la selección y evolución. Esta es la hipótesis alternativa, y podemos probarla.

Ahora voy a recordar un experimento clásico de David Bartel y Jack Szostak, publicado en la revista Science en 1993. Su objetivo era ver si un sistema completamente aleatorio de moléculas podía pasar por la selección de tal forma que especies definidas de moléculas surgieran con propiedades específicas. Empezaron sintetizando muchos billones de moléculas distintas de ARN de unos 300 nucleótidos de largo, pero los nucleótidos eran todos de secuencias aleatorias. Los nucleótidos, por cierto, son monómeros de los ácidos nucleicos ADN y ARN, así como los aminoácidos son monómeros, o subunidades, de las proteínas, y hacer secuencias aleatorias es fácil con los métodos de la biología molecular moderna.

Razonaron que enterrados entre esos billones habría unas pocas moléculas catalíticas de ARN llamadas ribozimas que catalizarían una reacción de unión, en la que una hebra de ARN se vincula a otra. Las hebras de ADN a ligarse quedaban fijadas en pequeñas cuentas en una columna, y luego fueron expuestas a los billones de secuencias aleatorias simplemente liberándolas de la columna. Este podría obtener cualquier molécula de ARN que tuviese la mínima capacidad de catalizar la reacción. Entonces amplificaron esas moléculas poniéndolas de nuevo para una segunda ronda, repitiendo el proceso durante 10 rondas. Hay que mencionar que es la misma lógica básica que los criadores usan cuando seleccionan una propiedad tal como el color de un perro.

Los resultados fueron sorprendentes. Tras sólo cuatro rondas de selección y amplificación comenzó a verse un incremento de la actividad catalítica, y tras 10 rondas el índice era 7 millones de veces más rápido que el índice no catalizado. Incluso fue posible observar evolución en el ARN. Los ácidos nucleicos pueden separarse y visualizarse mediante una técnica llamada electroforesis de gel. La mezcla se pone sobre un gel entre dos placas de vidrio y se aplica un voltaje. Las moléculas pequeñas viajan más rápido a través del gel, y las más grandes se mueven más lentamente, por lo que quedan separadas. En este caso, las moléculas de ARN con una longitud específica producen una banda visible en el gel. Al inicio de las reacciones no podía verse nada, debido a que todas las moléculas eran diferentes. Pero con cada nuevo ciclo aparecían nuevas bandas. Algunas llegaron a dominar la reacción, mientras que otras se extinguieron. Los resultados de Bartel y Szostak han sido repetidos y extendidos por otros investigadores, y demostraron un principio fundamental de la evolución a nivel molecular. Al principio del experimento, cada molécula de ARN era distinta del resto debido a que fue ensamblada por un proceso de azar. No había especies, sólo una mezcla de moléculas distintas. Pero entonces se impuso un obstáculo selectivo, una reacción de ligado que sólo permitía que sobrevivieran ciertas moléculas y se reprodujeran enzimáticamente.

En unas pocas generaciones empezaron a emerger grupos de moléculas que mostraban una función catalítica cada vez mejor. En otras palabras, las especies de moléculas surgieron de esta mezcla aleatoria en un proceso evolutivo que refleja fielmente la selección natural que Darwin esbozó para poblaciones de animales superiores. Estas moléculas de ARN se definen por la secuencia de bases en sus estructuras, lo cual causó que se plegaran en conformaciones específicas que tenían propiedades catalíticas. Las secuencias fueron, básicamente, análogas a los genes, debido a que la información que contenían se pasaba entre generaciones durante el proceso de amplificación.

El experimento de Bartel y Szostak refuta de forma directa el argumento de que las probabilidades se acumulan contra el origen de la vida por procesos naturales. La ineludible conclusión es que la información genética puede, de hecho, surgir a partir de una mezcla de polímeros aleatorios, siempre que las poblaciones contengan un gran número de moléculas poliméricas con secuencias de monómeros variables, y una forma de seleccionar y amplificar una propiedad específica.

Terminaré con una cita de Freeman Dyson, físico teórico de la Universidad de Princeton que también disfruta pensando sobre el origen de la vida:

“Tenías lo que yo llamo el modelo de la bolsa de basura. Las células iniciales eran poco más que pequeñas bolsas de algún tipo de membrana celular, la cual podría haber sido oleosa o un óxido de metal. Y dentro tenías una colección más o menos aleatoria de moléculas orgánicas, con las características de que las moléculas pequeñas podrían difundirse hacia dentro a través de la membrana, pero las moléculas grandes no podían salir a fuera. Al convertir las moléculas pequeñas en grandes, podías concentrar el contenido orgánico dentro interior, por lo que las células se harían más concentradas y la química se haría gradualmente más eficiente. Por lo que estas cosas podrían evolucionar sin ningún tipo de replicación. Es simple herencia estadística. Cuando una célula se hace tan grande que puede partirse por la mitad, o puede desprenderse de una mitad, mediante alguna perturbación tormentosa o ambiental, entonces podría producir dos células que serían sus hijas, las cuales heredarían, más o menos, pero sólo estadísticamente, la maquinaria química interna. La evolución podría funcionar bajo esas condiciones”. Artículo de: Jordi Guzmán. Información recopilada por: Laura.

La evolución de los mamíferos es menos lineal de lo que hasta ahora se creía

Londres.- La evolución que los mamíferos han seguido desde su aparición hace unos doscientos millones de años es menos lineal de lo que hasta ahora se creía, según revela un estudio de científicos de EEUU en la revista científica británica Nature.
Con esta investigación, los expertos de Museo Carnegie de Historia Natural de la ciudad de Pittsburgh (EEUU) ponen de relieve el complejo proceso de evolución que han seguido la anatomía de esta clase de vertebrados, de los que existen unas cinco mil especies en todo el planeta. "La evolución de los primeros mamíferos muestra sucesivos episodios de diversificación", señalan en la revista los investigadores, quienes han llevado a cabo el estudio gracias a una serie de fósiles que encontraron. "La división en el proceso de evolución de los mamíferos del Mesozoico fue simultánea con otros experimentos evolutivos independientes y especializaciones ecológicas", añaden. Información recopilada por: Laura.

~Evolución Humana~

Las semejanzas morfológicas, bioquímicas, y genéticas sitúan al ser humano en el orden de los primates de la clase mamíferos. Dentro de los primates, son el chimpancé, el gorila y el orangután, sus parientes más próximos. Los datos de comparación de secuencias muestran que hay una similitud del 98,5% entre el DNA humano y el del chimpancé. Esta semejanza es mayor que la que existe entre el chimpancé y el gorila o el gorila y nosotros, por lo que el chimpancé y los humanos compartimos un antecesor común más reciente que ambos con los gorilas. Esta cercanía, que se ha estimado en 5M de años, es mucho mayor de lo que se había inferido sólo con datos morfológicos, y muestra la capacidad de los datos de DNA para desvelar relaciones de parentesco. En la evolución humana existen dos grandes adquisiciones, la marcha bípeda, y el desarrollo extraordinario del cerebro. El registro fósil nos muestra que la postura erguida precedió al desarrollo cerebral y que África es la cuna de la humanidad. El Australopithecus, de una antigüedad de 1,5-5M de años es el primer mono antropoide de marcha bípeda. Su capacidad craneal era similar a la del chimpancé y gorila actual. El Homo habilis y el Homo erectus son las líneas que siguen cronológicamente hasta la llegada de nuestra especie, Homo sapiens, hace 100.000 años. Información recopilada por: Mar

~El Futuro de la Evolución~

Con la aparición del cerebro humano se produce el hecho singular del surgimiento de la conciencia objetiva en la biosfera. Somos chispas de conciencia en un Universo que hasta nuestra irrupción era ciego y sordo a su devenir. Por primera vez, y en un sentido recursivo, el universo se piensa a si mismo cuando descubrimos su existencia de igual forma que nosotros nos pensamos y descubrimos con nuestro cerebro. Esto constituye el momento más trascendental de toda la evolución. El pensamiento científico que resulta de la actividad de mentes que trabajan en colaboración para entender la realidad física, biológica y mental de nuestro universo nos conduce a niveles de conciencia superiores. Como señala Mosterín (2005), nos dirigimos hacia a una conciencia cósmica, donde se alcanzarán planos superiores de empatía, alegría y lucidez. La evolución científica y cultural no se limita a las leyes de la selección natural y la herencia genética. Sigue un proceso de transmisión horizontal (entre individuos de una generación) y vertical (entre generaciones) que es mucho más veloz que los procesos de evolución biológica típicos. El ser humano está en el umbral de poder dirigir la evolución en la dirección que el crea conveniente. Podrá limitar enormemente los azares de la mutación y de la segregación genética y unión de gametos. Genes mutados que causan graves enfermedades a la especie humana podrán ser sustituidos por sus contrapartidas no deletéreas,... Pero paradójicamente la humanidad se enfrenta hoy a los retos de su propio éxito evolutivo. El crecimiento explosivo de su población, con las necesidades de espacio y recursos que genera, provoca la eliminación o reducción hasta tamaños insoportables de los hábitats de las especies. La tasa de extinción actual no es sostenible. Es posible que el ser humano pueda mantener la diversidad biológica en forma de semillas o células congeladas, e incluso que pueda compensar la pérdida de especies con la creación de nuevas mediante ingeniería genética. Pero la reducción drástica de espacios naturales limitará inevitablemente la diversidad. Los grandes retos de la humanidad son el control del crecimiento de la población, la eliminación de las desigualdades socioeconómicas, el mantenimiento de un desarrollo sostenido y viable y la conservación de hábitats naturales y de especies. El éxito frente a tales desafíos precisa del desarrollo de una conciencia ética universal basada en el respeto a la diversidad de pueblos y culturas de nuestra especie. Dicha conciencia debe extenderse hasta abarcar a la totalidad de la vida, al conjunto precioso de formas orgánicas que nos han acompañado, desde la primera célula antecesora común, en este fascinante periplo singular e irrepetible que es nuestra historia biológica. Información recopilada por: Mar