sábado, 9 de mayo de 2009

HAR1 y un grupo de particulares neuronas

Y a lo mejor los neandertales estaban capacitados para enunciar, pero la pregunta es, ¿tendrían además el potencial cognoscitivo para elaborar un lenguaje complejo? Al fin y al cabo, es en la transformación del órgano gris y blanco donde se encuentra la gran diferencia.
El cerebro humano es tres veces más grande que el cerebro chimpancé y es obvio lo que somos capaces de hacer, pero no es en el tamaño donde nace la habilidad, más bien habría que estudiar ciertas áreas neuronales para comprender mejor lo que cualquier tipo de animal es capaz de hacer o no. Por ello, descubrir que el HAR1 está vinculado al desarrollo de un grupo de neuronas especiales ha sido uno de los bloques más importantes en la investigación sobre las unidades genéticas que nos distinguen de los demás animales.
Pierre Vanderhaeghen, de la Universidad Libre de Bruselas, fue el primero en reconocer una relación entre este gen y el cerebro. El investigador utilizó químicos fluorescentes para “taggear” o etiquetar el gen y así distinguir su actividad dentro de los cerebros de fetos de varias edades. El científico descubrió que el gen está presente en un grupo de neuronas con un trabajo bastante particular.
Si te fijas en algún cerebro notarás que la corteza, la parte externa y arrugada del órgano, está compuesta de surcos y giros. Pues bien, estas arrugas son el producto del trabajo de esas células nerviosas. Cuando algo daña estas neuronas, los bebés nacen con una condición conocida como Lisencefalia, o cerebro liso, con síntomas que van desde problemas cognitivos hasta motores, además de afectar la salud en general y acortar la expectativa de vida. Problemas en este grupo de neuronas también han sido vinculados a la aparición de la esquizofrenia en adultos.
Para Pollard, HAR1 se encarga de la formación de una corteza saludable. Otras evidencias sugieren, además, que el gen juega un papel fundamental en la producción de esperma. Por otro lado, el gen no codifica ninguna proteína, dato que lo coloca entre el porcentaje genético mayoritario, muchas veces llamado ADN basura, genes que contienen secuencias reguladoras que se encargan de especificar a los demás lo que tienen que hacer.
En general, la ciencia se ha encargado de estudiar los genes que codifican proteínas, que son los bloques constructores de células, pero que sólo forman el 1.5% del genoma. Ahora, la investigación se ha volcado en el estudio del genoma basura, donde han encontrado no sólo lo que nos hace humanos sino los lugares donde yacen las diferencias entre individuos.
Indiscutiblemente, estas divergencias entre personas son tan insignificantes (en cuanto al porcentaje) como las que nos separan del chimpancé. Y es que estamos enlazados por genes añejos que no han mutado en más de 100 millones de años y que nos conectan a la gallina, a mi perra, al bonobo, a ti y a mí.
Artículo de: Glenys Álvarez.
Información recopilada por: Laura.

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